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Mi primera experiencia en lo público fue poco después del Covid. Se siente como si hubiera sido hace mucho tiempo; sin embargo, fue hace apenas cuatro o cinco años. Como politólogo, estaba muy emocionado de ver cómo funcionaba en la práctica todo lo que había estudiado en el pregrado.

Recuerdo con nostalgia mis clases de Economía Política, el Teorema de la Imposibilidad de Arrow o la Paradoja de Condorcet, que demuestran matemáticamente que el bien común no existe. O las clases de filosofía política, con la teoría crítica de Jürgen Habermas, o aquellas del posgrado en Políticas Públicas sobre desarrollo, eficacia y eficiencia del Estado...

La coyuntura nacional y regional ha abierto la puerta a la incertidumbre, que crece conforme se acercan los tiempos de inscripción de candidaturas. Sin embargo, todos sabemos que esta espuma pronto bajará, y que serán pocos los verdaderamente viables para llegar al Palacio de Nariño.

Vale la pena preguntarse qué clase de país encontrará el próximo presidente o presidenta. En palabras del director de Fedesarrollo, Luis Fernando Mejía, “a Colombia le espera una policrisis”: económica, fiscal, de seguridad, entre otras. Con un escenario tan desafiante, ¿qué debería tener entonces el próximo jefe o jefa de Estado?

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